Homero nombre traidicionalmente asignado al famoso autor de la Iliada y la Odisea, las dos grandes epopeyas de la antigüedad en Grecia. Nada se sabe de su persona, y de hecho algunos ponen en duda que estas dos epopeyas sean obra del mismo autor. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos de que disponemos permiten suponer que los poemas fueron escritos en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor, hacia el siglo IX a.C. Las dos epopeyas narran hechos legendarios que supuestamente ocurrieron muchos siglos antes de la época en que fueron escritas.
La Iliada se sitúa en el último
año de la guerra de Troya, que constituye el
telón de fondo de su trama. Narra la historia de la cólera del héroe griego Aquiles.
Insultado por su comandante en jefe, Agamenón, el
joven guerrero Aquiles se retira de la batalla, abandonando a
su suerte a sus compatriotas griegos, que sufren terribles
derrotas a manos de los troyanos. Aquiles rechaza todos los
intentos de reconciliación por parte de los griegos,
aunque finalmente cede en cierto modo al permitir a su
compañero Patroclo ponerse a la cabeza de sus tropas.
Patroclo muere en el combate, y Aquiles, presa de furia y
rencor, dirige su odio hacia los troyanos, a cuyo
líder, Héctor (hijo del rey Príamo),
derrota en combate singular. El poema concluye cuando Aquiles
entrega el cadáver de Héctor a Príamo,
para que éste lo entierre, reconociendo así
cierta afinidad con el rey troyano, puesto que ambos deben
enfrentarse a la tragedia de la muerte
y el luto.
La Odisea narra el regreso del héroe griego Odiseo
(Ulises en la tradición latina) de la guerra de Troya.
En las escenas iniciales se relata el desorden en que ha
quedado sumida la casa de Odiseo tras su larga ausencia. Un
grupo de pretendientes de su esposa Penélope
está acabando con sus propiedades. A
continuación, la historia se centra en el propio
héroe.
El relato abarca sus diez años de viajes, en
el curso de los cuales se enfrenta a diversos peligros, como
el gigante devorador de hombres, Polifemo, y a amenazas tan
sutiles como la que representa la diosa Calipso, que le
promete la inmortalidad si renuncia a volver a casa. La
segunda mitad del poema comienza con la llegada de Odiseo a
su isla natal, Ítaca. Aquí, haciendo gala de
una sangre
fría y una paciencia infinitas, pone a prueba la
lealtad de sus sirvientes, trama y lleva a efecto una
sangrienta venganza contra los pretendientes de
Penélope, y se reúne de nuevo con su hijo, su
esposa y su anciano padre. Estas dos epopeyas están
escritas en un verso formal y elevado, en un lenguaje
jamás empleado en la lengua
ordinaria; su métrica es el hexámetro
dactílico.
Es imposible establecer una distinción entre
estas dos obras en el aspecto estilístico. Sin
embargo, resulta fácil comprender por qué,
desde la antigüedad, muchos lectores las han atribuido a
dos autores diferentes. La Iliada
habla de las pasiones y plantea dilemas imposibles de
resolver. No hay en ella auténticos villanos; Aquiles,
Agamenón, Príamo y los demás personajes
son víctimas de un universo
trágico y cruel. En la Odisea, por el contrario, el
mal es derrotado, triunfa la justicia y
la familia, tristemente separada, se reúne de nuevo.
El intelecto racional, particularmente el de Odiseo,
actúa como fuerza motriz a través de todo el
relato.
Junto a la Iliada y
la Odisea figuran los llamados himnos homéricos, una
serie de poemas relativamente breves, que celebran las
hazañas de diversos dioses, compuestos en un estilo
épico similar, y también atribuidos a Homero.
El texto
moderno de los poemas homéricos se transmitió a
través de los manuscritos medievales y renacentistas,
que a su vez son copias de antiguos manuscritos, hoy
perdidos. Pese a las numerosas dudas que existen sobre la identidad
de Homero (algunos lo describen como un bardo ciego de
Quío) o sobre la autoría de determinadas partes
del texto, como las escenas finales de la Odisea, la
mayoría de sus lectores, desde la antigüedad
clásica hasta no hace mucho tiempo,
creyeron que Homero fue un poeta (o como mucho, dos poetas)
muy parecido a los demás.
Creyeron, en suma, que la Iliada y la Odisea, aunque
basadas en materias
tradicionales, son obras independientes, originales y en gran
medida ficticias. Sin embargo, durante los últimos 200
años, esta visión ha cambiado radicalmente,
tras el surgimiento de la interminable cuestión
homérica: ¿Quién, cómo y
cuándo se compuso la Iliada y la Odisea? Aún no
se ha encontrado una respuesta que satisfaga a todas las
partes. En los siglos XIX y XX los estudiosos han afirmado
que ciertas inconsistencias internas venían a
demostrar que los poemas no eran sino recopilaciones, o
añadidos, de poemas líricos breves e
independientes (lays); los unitaristas, por su parte,
consideraban que estas inconsistencias eran insignificantes o
imaginarias y que la unidad global de los poemas demostraba
que ambos eran producto
de una sola mente. Recientemente, la discusión
académica se ha centrado en la teoría de la
"composición oral-formularia", según la cual la
base de los poemas tal y como hoy los conocemos es un
complejo sistema de
dicción poética tradicional (por ejemplo,
combinaciones de sustantivo-epíteto "Aquiles el de los
pies ligeros") que sólo puede ser producto del
esfuerzo común de varias generaciones de bardos
heroicos.
Ninguna de estas interpretaciones es determinante, pero
sería justo afirmar que prácticamente todos los
comentaristas coinciden en que, por un lado, la
tradición tiene un gran peso en la composición
de los poemas y, por otro, que en lo fundamental ambos
parecen obra de un mismo creador. Entretanto, los hallazgos
arqueológicos realizados en el curso de los
últimos 125 años, en particular los de Heinrich
Schliemann, han demostrado que gran parte de la
civilización descrita por Homero no era ficticia. Los
poemas son pues, en cierto modo, documentos
históricos, y la discusión de este aspecto ha estado
presente en todo momento en el debate
sobre su creación.
Homero es, de manera directa, el padre de toda la literatura
griega posterior: el teatro, la historiografía e
incluso la filosofía, llevan la huella de los temas,
cómicos y trágicos, planteados en estas
epopeyas, así como de las técnicas homéricas. Para los
últimos poetas épicos de la literatura
occidental Homero ha sido siempre el maestro indiscutible
(aun cuando, como en el caso de Dante, no conocieran sus
obras directamente).